Alta Bretaña

La espectacular costa que parece no tener fin

Costa esmeralda y sabrosas ostras

Territorio con personalidad propia, costas escarpadas, a veces torturadas por los efectos del oleaje que esconden calas y profundas rías a las que se asoman pequeños pueblos en busca de refugio, a los que a veces para querer engullir la marea.

Costa de granito rosa en Perros-Guirec
Costa de granito rosa en Perros-Guirec
Ostras en Cancale
Ostras en Cancale

En un abrir y cerrar de ojos, bajo el efecto de la marea que aquí llega a superar los 14 metros entre baja y pleamar, nos aparecen grandes extensiones de playas de fina arena, ya sea para un refrescante baño o para la práctica de una gran variedad de deportes. Ciudades medievales y abadías ligadas a la torturada historia del país, son el contrapunto cultural de un viaje en el que, no hay que olvidar la gastronomía con un protagonismo destacado de ostras y mejillones acompañados de sidra o vino blanco.

Finistère o los límites del mundo

La ruta que proponemos empieza en la punta de Saint-Mathieu, uno de los promontorios más occidentales de Francia y termina en la ciudad de Rennes, con posibilidades de visitar por su cercanía el Mont-Saint-Michel, maravilla de la naturaleza a la que el hombre puso su guinda. En Saint-Mathieu, entre Le Conquet y Plougonvelin, los monjes benedictinos ya levantaron a mediados del siglo XII una abadía. Con el tiempo, al románico inicial se le añadieron trazas góticas y a mitad del siglo XVII los monjes de la congregación de san Maur se hicieron cargo del cenobio hasta su expulsión con la revolución francesa. Al primer faro le siguieron otras construcciones hasta llegar al actual, construido en 1835. Hay que subir los 163 escalones para disfrutar de la vista que nos proporcionan los 58 m de altura. A nuestros pies se extiende el País de Iroise con 90 km de costa bañada por el océano Atlántico y el Canal de La Mancha, además de un rosario de islas algunas de las cuales se pueden visitar.

Faro de Saint-Mathieu
Faro de Saint-Mathieu

Le Conquet puede ser el inicio de un recorrido turístico por la costa que va siguiendo las trazas del GR-34. Si tomamos esta ruta bautizada como "costa de las leyendas", dejando atrás el pueblo de Porspoder llegaremos a la pequeña ermita de Saint Samson, de la que dicen es una de las más fotografiadas de Bretaña. Lugar de culto durante la prehistoria, san Samson apareció por tierras bretonas a principios del siglo VI y es venerado por todo el territorio. El manantial que brota cerca de la costa según la tradición posee propiedades milagrosas.

Profundas rías van apareciendo en nuestro trayecto en una costa salpicada de islas e islotes. El paisaje del interior es amable, de campos de labor y casas ordenadas cuyo elemento discordante son las agujas de granito de los campanarios que apuntan al cielo. Más al norte, la costa se vuelve menos accidentada y aparecen las primeras playas. Es el momento de avanzar hacia el interior para visitar la abadía de Folgoët el origen de la cual también se sustenta en otra curiosa leyenda. Plagada de historia, el templo actual es de principios del siglo XV. La piedra de Kersanton le da este aspecto grisáceo y robusto, a la vez que permite el modelado de santos y personajes bíblicos. Una maravilla ligada a la historia de la Bretaña.

Ermita de Saint Samson
Ermita de Saint Samson
Costa de las leyendas
Costa de las leyendas
Abadía de Folgoët
Abadía de Folgoët

Granito rosa y costa esmeralda

Volvemos a la costa para ir descubriendo el paisaje inmenso que proporcionan las dunas de Kersaint y pueblos encantadores como Saint-Pol-de-Léon y Carantec, cuando sin apenas darnos cuenta penetrados en la denominada "Costa de granito rosa". Nuestra llegada a Perros-Guirec nos permitirá descubrir el porqué de esta distinción. Esta localidad está orientada actualmente por y para el turismo. Nació como estación termal a mediados del siglo XIX y las ordenadas calles, la bondad de sus playas y los abrigados puertos han hecho el resto. Aquí hay que dejar el vehículo y afrontar a pie un recorrido que no nos llevará más de hora y media. Por el bautizado como "Sendero de los aduaneros" descubriremos como las rocas de granito adquieren formas caprichosas que juegan con en mar azul turquesa. Balizada y con carteles indicadores la luz de media tarde nos proporciona imágenes sugerentes. Este paisaje protegido unido con el del cabo Fréhel que nos encontraremos 125 km más adelante, son dos de las perlas que esconde este tramo de costa además de los pueblos de Paimpol, Saint-Quay-Portrieux, Pléneuf-Val-André y el cabo Erquy.

Fort La Latte
Fort La Latte

A resguardo del promontorio del cabo Fréhel, el Fort La Latte se levanta junto a la costa, inaccesible tanto por mar como por tierra. De propiedad privada vale la pena visitarlo para gozar tanto de la disposición interna de las estancias como de las vistas que se disfrutan. El color de las aguas nos indica que estamos en la conocida como Costa Esmeralda; aquí, junto al estuario de la Rance, tres perlas aguardan nuestra visita.

Villas medievales, corsarios y glamour

Dinard, en la orilla izquierda, atrajo una población inglesa acomodada a finales del siglo XIX. De ello dan fe las numerosas mansiones que se levanta en las puntas del Moulinet y de la Malouine, las cuales arropan la playa de l'Ecluse presidida por al figura de Alfred Hitchkock. Desde el primero de los promontorios, en el que hay una curiosa iglesia anglicana, se defendía la entrada de la ría de los ataques ingleses; un camino de ronda convertido en paseo nos proporciona las mejores vista de Saint-Malo situada justo enfrente.

Saint-Malo, muralla que rodea la población
Saint-Malo, muralla que rodea la población
Saint-Malo, baluartes defensivos
Saint-Malo, baluartes defensivos

Refugio de corsarios, ciudad medieval y destino turístico, el casco antiguo se conserva completamente amurallado y eso que fue destruido en un 80% durante la II Guerra Mundial. Los trabajos de reconstrucción lo dejaron mejor de lo que estaba y un paseo por encima de la muralla permite percatarnos de la disposición de las callejuelas así como de las islas que pueblan la ensenada, casi todas defendidas por un castillo según diseño del inevitable Vauvan, el ingeniero militar que en el siglo XVII fortificó toda Francia. La plaza de Chateaubriand junto al castillo, en la entrada del recinto amurallado, invita a sentarse en cualquiera de las numerosas terrazas así como el dique de Rochebonne a lo largo de la playa junto a la que se asientan numerosos hoteles, es una propuesta para el paseo sobretodo a la hora de la puesta de sol.

Dinard, al fondo Saint-Malo
Dinard, al fondo Saint-Malo
Playa de l'Ecluse en Dinard
Playa de l'Ecluse en Dinard
Estatua dedicada a Alfred Hitchkock, en Dinard
Estatua dedicada a Alfred Hitchkock, en Dinard

Siguiendo la Rance llegaremos hasta Dinan, otra ciudad que guarda entre sus casas de colombage una buena parte de la historia de Bretaña. En el centro de esta villa medieval la basílica de San Salvador nos propone un recorrido arquitectónico que va del siglo XII hasta el XVIII. Detrás, desde el Jardín de los Ingleses tenemos una bonita perspectiva del puerto fluvial donde aconsejamos ir a comer. La vuelta al núcleo antiguo si no hemos bajado en coche, la podemos hacer por las empinadas rue du Petit Fort y rue du Jerzual.

La capital de la Alta Bretaña

De camino hacia Rennes, nuestro final de ruta, tenemos una parada obligada sobretodo si viajamos con niños, en La Bourbansais cerca del pueblo de Pleugueneuc. Castillo, jardines, parque zoológico con animales en semi-libertad y espectáculos, todo para pasar una jornada de forma divertida. Finalmente Rennes es una ciudad de contrastes donde lo antiguo y lo moderno se complementan. El viejo casco urbano repleto de casas que lucen las vigas entrecruzadas en las fachadas (colombage), goza de la animación que le proporciona el ser sede universitaria. Junto a él se alza la ciudad de los siglos XVII y XVIII con el antiguo Parlamento de Bretaña, la Ópera y el Ayuntamiento. Más allá, al otro lado del río Vilaine ahora cubierto, las nuevas propuestas arquitectónicas en forma de galerías comerciales, multicines, biblioteca, sala de conferencias y Museo de Bellas Artes ocupan la zona de Les Champs Libres. Y si nos queda algo de tiempo debemos visitar el Parque Thabor, un jardín urbano de más de 10 ha donde el colorido de las flores y el rumor del agua se tornan música celestial.

Antiguo Parlamento de Bretaña en Rennes
Antiguo Parlamento de Bretaña en Rennes
Parque Thabor en Rennes
Parque Thabor en Rennes

Mont-Saint-Michel 

Aunque se encuentra en Normandía, justo en el límite con la Bretaña, vale la pena visitar esta maravilla que la Unesco ha calificado como Patrimonio de la Humanidad. Mont-Saint-Michel emerge como una gran roca terminada en lanza afilada que apunta hacia el cielo y su silueta se hace visible desde lejos. Su fundación está rodeada de leyendas y desde siempre fue lugar de peregrinaciones a pesar de su aislamiento. Se accede a través de 2,9 km de carretera que cubre un servicio continuo de autobuses, ya que el vehículo hay que dejarlo en una gran zona de aparcamiento de pago, donde se encuentra el centro de información, tiendas, hoteles y restaurantes. Este acceso se verá modificado al terminarse de construir una plataforma elevada que permitirá que el agua rodee de nuevo la abadía. Penetrar en la "gran roca" es hacerlo en un conjunto medieval donde las tiendas y los restaurantes han sustituido las antiguas posadas y los cuerpos de guardia. Por encima se alza el monasterio, un conjunto de salas, criptas, iglesia y claustro que vale la pena recorrer.

Mont-Saint-Michel
Mont-Saint-Michel

Bretaña en invierno

La lluvia que golpea la arena, gaviotas que juegan en las olas, el cielo color pizarra, la tormenta que amenaza, el océano que se estrella en los acantilados, el silencio, el sol, paseos con olor a salitre y una buena crêpe de mantequilla salada, la costa bretona también puede ser un destino de invierno.

Observar las grandes mareas desde Dinard

Cuando la tierra, la luna y el sol están alineados, Bretaña se transforma en un escenario perfecto para observar el fenómeno de las grandes mareas cuando el coeficiente alcanza los 90. En el norte de Bretaña, cerca de Saint-Malo, el pueblo costero de Dinard fue uno de los primeros destinos de veraneo para los parisinos y los británicos a finales del siglo XIX. Hoy en día, este lugar famoso en la Belle Époque con sus palacetes que bordean abruptos acantilados, se ha convertido en un mirador ideal para disfrutar de las grandes mareas. Frente a Saint-Malo, en la bahía du Prieuré, el espectáculo es único para los amantes de la naturaleza.

Además de Dinard, existen otros lugares para disfrutar de este fenómeno de la naturaleza. Las grandes mareas permiten acceder a zonas del litoral que no suelen ser accesibles andando como la bahía de Saint-Brieuc y su reserva natural o Roscoff y el amplio campo de algas que cosechan manualmente para la cosmética, la agricultura o la alimentación.

Admirar los faros de Ouessant de noche

En la isla de Ouessant, cuando se pone el sol, aparecen los centelleos de los más de quince faros y balizas que salpican el peligroso mar de Iroise. Ondine Morin, guía lugareña y cuentacuentos, acompaña a los visitantes a observar estos guardianes del mar desde la tierra, identificándolos uno a uno y desvelando los secretos del lenguaje de los faros. El primero es el faro de Stiff, el antepasado de todos los faros de Francia. Durante el recorrido nocturno por el Sendero de los Aduaneros, Ondine cuenta también las leyendas y las anécdotas relacionadas con los faros de la zona hasta alcanzar el faro de Créac'h, el más potente de Europa, cuyas luces hipnotizan todas las miradas. Esta visita se realiza a lo largo de todo el año con una cita especial el 31 de diciembre. Después del recorrido, los participantes podrán contar las campanadas al ritmo de los destellos del faro de Créac'h y disfrutar de una copa de champán bajo la vigilancia de los faros del mar de Iroise. www.kalon-eusa.com

                                                              Guía práctica

Viajar a Bretaña

Recorrido. La ruta propuesta tiene entre 350 y 400 km dependiendo de las carreteras que tomemos. La distancia hasta la frontera de Irún es de 860 km con accesos rápidos por autopistas y autovías. En Bretaña las autopistas están libres de peaje debido a antiguos privilegios que se encargan de defender.

Gastronomía. No debemos olvidar que estamos junto al Atlántico con protagonismo de pescados, mariscos y sobretodo, ostras y mejillones. En Cancale se producen 500 toneladas de ostras al año. Se trata de una ostra de un sabor especial que se alimenta de la riqueza del planctón de la bahía del Mont Saint Michel. https://sitesremarquablesdugout.com/listing/les-huitres-de-cancale/

Un plato, la chucrute de pescados, realmente sorprendente. Y una tradición, la galette elaborada con trigo sarraceno que actualmente se rellena con infinidad de productos. Atención a las excelentes cervezas bretonas y como no, a la sidra.

Precisamente el mundo de la cerveza bretona tiene una cita en el pueblo de Landrévarzec, en Finistère, los días 18 y 19 de enero de 2020. La 4ª edición de esta fiesta popular reunirá a 18 maestros cerveceros provenientes de toda Bretaña. El incremento del número de micro cervecerías artesanales en Francia desde los años 80 convierte a Bretaña en la tercera región francesa productora de cerveza. Los visitantes podrán descubrir las riquezas de las cerveceras regionales, con un centenar de cervezas diferentes para degustar. Esta cita con la cerveza bretona estará acompañada de animaciones especiales, conciertos, así como de un gran Festnoz, la tradicional fiesta de la noche bretona. www.fetedesbieresbretonnes.com

Texto y fotos: Jordi Bastart. Bretaña en invierno: Turismo de Bretaña